martes, marzo 31, 2009

A brillar

Hoy, acá, ahora


y por un rato más
(como mínimo)


soy una gran bestia pop



A brillar mi amor
vamos a brillar mi amor
a brillar mi amor
vamos a brillar mi amor

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
La Bestia Pop | Glup

lunes, marzo 30, 2009

Reposo

Ir manejando aislada del mundo. Estar en el hermetismo del auto, en el paréntesis de mis pensamientos. Dejar que la música invada el espacio y acompañe el viaje. Percibir el mundo apenas como imágenes fugaces sin terminar de conectar con nada del exterior. Notar, en el fondo de la consciencia, que algo me resulta extraño sin terminar de llamar mi atención y, de repente, descubrir qué era.

Nadie conoce la quietud si no vio una bandera que no flamea en medio de un descampado.


domingo, marzo 29, 2009

Novelera

Durante mi adolescencia fui muy novelera. Quizás, si hubiesen existido las miles de series y los canales dedicados exclusivamente me habría abocado a ellas. Siempre me llevé bien con los unitarios. Yo no sólo miré las 2 temporadas de Poliladron, sino que me sentí ofendida cuando siete años después no volvió a la pantalla el Nene Carrizo.

Durante años miré prácticamente todos los unitarios nacionales. Nueve lunas, Vulnerables, De poeta y de loco, Culpables, Carola Cassini, Verdad Consecuencia, Los simuladores, Tiempo Final (el original, el argentino, de principio a fin). Después, a medida que se complicaron mis tiempos fui perdiendo el hábito. Quedaron, entonces, aquellos extranjeros que dan en canales que repiten los fines de semana o que pueden alquilarse después en DVD.

Sin embargo, en plena adolescencia, se me había dado por las novelas de la tarde. Especialmente las colombianas, que siempre me encantaron. Por suerte en esa época había varias de esas opciones y así me fui enganchando día a día con una y otra. De las muchas horas invertidas en encuentros y desencuentros, mates mediante, recuerdo con cariño Café con aroma y mujer y Las Juanas. Sin embargo, lo más llamativo es que años después todavía conservo algunos modismos propios de esas historias.

1- Uso muchísimo la expresión "juiciosita/o, eh" para decir "cuidate"

2- cuando, en medio de una leve discusión, quiero hacerle notar a un hombre que se está pasando con la novela digo "peldón, HoséHuanFernandoLuisErnetoEstéban"

3- cuando quiero preguntar si estoy muy despeinada digo "¿tengo la greñera alborotá?"

4- me gusta decir "la extrañadera" y "la lloradera"

5- cuando una amiga llora desconsoladamente me sale decirle "ay, mi niiiña, no me iooore"

¿Te das cuenta? Es verdad que la televisión se mete en la vida.

sábado, marzo 28, 2009

CMYK



Las acolchaditas pantuflas verdes...

ni se aceran a mis eternas patas de pato marrones.


Una de las mejores cosas de reencontrarme es recuperar mis colores.


Es sábado, da para saltar, da para esta canción.

A cada uno le debe tener que tocar
como una etapa de arrepentimiento
A cada uno le debe tener que tocar

NTVG
No era cierto | Sólo una noche

viernes, marzo 27, 2009

El regreso

Algunas veces me concentro tanto en encontrarme que ni siquiera me veo parada ahí, frente a mí.

Algunas veces la mejor alternativa es mantenerme en calma y saber que si encontré la forma hasta acá, algo se me va a ocurrir.

Algunas veces es muy bueno que eso me lo diga alguien desde afuera porque, evidentemente, no me estoy escuchando.

Algunas veces me extraño y no es malo porque me recuerda lo lindo que es tenerme y lo bueno que es reencontrarme.

Sí, parece que estoy de vuelta conmigo. El mate está delicioso, los bizcochos están a mano y la música me tiene bailando.

Ya debería saberlo, siempre estoy volviendo.


jueves, marzo 26, 2009

Nostalgiosa

Algunos días me extraño tanto.



Nostalgiosa llevo el alma,
por las calles de la ciudad:
gusto a polvo, mi silbido largo
suspirando zambas se me va.

Liliana Herrero
La Nostalgiosa | Jaime Dávalos - Eduardo Falú

miércoles, marzo 25, 2009

Piel

Era siesta de domingo, empezaba el verano (que vos siempre adoraste y con el que yo no me llevo nada bien), éramos dos criaturas y estábamos juntos. Por ausencia de conversación podría pensarse que estábamos en silencio pero no. Disfrutábamos de la música que habías elegido, disfrutábamos de la cercanía del otro, disfrutábamos de nosotros.



Ibas y venías buscando algo, no recuerdo que. Me tiré en tu cama, cerquita del borde, boca arriba. Las manos bajo la nuca, los pies cruzados como siempre, los empeines siguiendo el ritmo de la canción, los ojos cerrados. Percibí que te arrimabas, sentí como apoyabas tu cabeza en mi abdomen con la remera apenas levantada. Abrí los ojos. Te vi mirarme desde ahí con gesto de nene. Acaricié tu cara, sonreí y nos quedamos aislados del tiempo y del mundo un instante. Nos gustaba mirarnos así.

De repente escondiste tu rostro entre mi mano y mi panza y empezaste a hablar. No te entiendo si me hablás desde ahí, te dije. Asomaste apenas tu boca preciosa y me confesaste que sabías que no te iba a tomar en serio. Pregunté qué pasaba, contaste que habías tenido un sueño hermoso. Yo estaba acostada así y vos me dabas muchos besos en la panza. Así, dijiste mientras me besabas, mi mano en tu pelo, mis cosquillas en el cuerpo. Te arrimaste a mi oido. Yo soñé que un día vos eras la madre de mis hijos, susurraste. Mi piel se enterneció íntegra, mi razón me dijo que decías lo que sospechabas que yo quería escuchar.

Me llevó años aprender que es mi piel la que siempre supo cuando creerte.

lunes, marzo 23, 2009

Una de dos

Si un hombre te toma de la cintura mientras bailan o hablan pueden pasar dos cosas, que no lo notes o que te des cuenta. Si no lo notás, estás ante un buen amigo pero si te das cuenta pueden pasar dos cosas, que te moleste o que te agrade.

Si te molesta pueden pasar dos cosas, que el tipo te caiga mal o no. Si te parece buena persona, vas a dar un paso al costado con disimulo para continuar la conversación y será, como mucho, un buen compañero. Si te cae mal, media vuelta y a otra cosa.

Eso sí, si te agrada te vas a quedar inmóvil por unos segundos (sin siquiera acomodarte el pelo) intentando saber si es intencional. Cuando dejes de dudar, te vas a quedar sin respuesta para la frase que él esté pronunciando en ese momento (porque no las vas a escuchar).

Sabelo. Así de fácil se descifra el código de la mano en la cintura.



Tomame de la cintura
y abrazame para bailar.
Besame si es lo que quieres
y amame, si es de verdad.

Pero no me, pero no me, pero no me digas,
pero no me digas palabras de amor

La portuaria
Portuaria mix | Devorador de corazones

sábado, marzo 21, 2009

Máxima arbitraria 33




Tener múltiples reuniones con compañeros de esos que cuando los mirás pensás
ay, pero qué no te hago o con aquellos de los que podrías enamorarte un día cualquiera después de un café disminuye considerablemente tu capacidad de concentración.



viernes, marzo 20, 2009

Lenguaje corporal

Y así

como si nada

mis ojeras se convierten en malestar general

y me quedo irremediablemente dormida en todos lados

Evidentemente, mi cuerpo me puso un freno.


miércoles, marzo 18, 2009

Curioso

Muchas veces, cuando hago algo de la manera más natural para mí, casi por costumbre, la gente que me rodea me dice ¡se te nota super entusiasmada!

Muchas veces, cuando me entusiasmo muchísimo con algo y le pongo todas las pilas la gente que me rodea me dice ¡pero qué te hace pensar que podés resolver así de fácil algo que no es tan sencillo!

Después, esas personas, llegan a enojarse cuando lo resolví, cuando le encontré la vuelta, cuando presento los resultados obtenidos. Es que cuando algo me entusiasma en serio, no es nada simple frenarme.

¡Atajate!
Me estoy entusiasmando con, al menos, dos ideas nuevas.
(eso sí, no pretendas que maquille estas ojeras)


lunes, marzo 16, 2009

Empezar de nuevo

Hay momentos claves, universales, en los que nos sentimos grandes y es extraño. La primera vez que un niño o adolescente nos dice señor/a, la primera vez que escuchás un tema que te encantaba en tus épocas de boliche y lo cierran con el corte de clásicos y cosas por el estilo. A casi todas las personas nos pegan esos instantes. Sin embargo, hay otros, menos masivos, más personales o, cuanto menos, de menor popularidad. Revisando un poco mi cabeza encuentro algunos momentos que me sorprendieron la primera vez y me golpean en la reiteración.

01 - La primera vez que me senté en un bar y, en vez de una coca cola, pedí una gaseosa de pomelo.

02 - Cuando alguien apenas mayor que yo me dice señora.

03 - El día que tuve que apilar las tarjetas de video juegos en mi monedero para hacerles lugar a las de crédito y débito.

04 - Cuando veo en un plato un revoltijo desconocido y se me antoja probarlo.

05 - Cada vez que en una reunión de adultos se hace silencio para escucharme.

06 - La vez que, hablando con jóvenes recién egresados del secundario, justifiqué los costos de mi viaje a Bariloche con la frase "no, pero yo fui durante el uno a uno".

07 - Cada vez que hablando de política alguien, genuinamente, me dice "y vos ¿vas a ser candidata a algo?"

08 - La primera vez que entré a una escribanía para firmar una escritura.

Dado todo eso, es lógico que no sea el prototipo de ingresante entusiasta.



Muerdo el anzuelo y vuelvo
a empezar de nuevo cada vez.

Los abuelos de la nada
Costumbres argentinas | Abuelos en el Ópera

domingo, marzo 15, 2009

Máxima arbitraria 32




Darle demasiadas vueltas y charlas y pensamientos y discusiones a los sentimientos sólo complica las cosas y agota los ánimos.



sábado, marzo 14, 2009

Hora cátedra

pendiente desde este post de PauLy
pendiente desde este proceso
y sí, él va en tercera persona

Él y yo nos conocíamos. Eramos un poco más que compañeros de cursado pero un poco menos que amigos. Él y yo charlábamos, cantábamos, tomábamos cervezas a la salida, caminábamos juntos, nos corregíamos trabajos el uno al otro, nos contábamos muy pocas cosas de nuestras vidas. Él y yo estábamos en pareja cada uno por su lado.

Entre nosotros el ejercicio consistía en estar permanentemente chicaneándonos, desafiándonos, incluyéndonos. Nuestro código era un eterno enfrentamiento en rounds. Nos decíamos las cosas de manera particular, mezcla punzante de cordialidad aprendida y sinceridad descarnada. Pronunciábamos terribles sentencias del otro mirándonos, inmutables, a los ojos.

Después de mucho tiempo su pareja se terminó. Eventualmente la mía también. Una madrugada nos encontró charlando, igual que la anterior. El beso fue inevitable y, de ahí en más, todo fue pasando sin trabas ni apuros. Una noche me quedé a dormir, otra noche se quedó él. Cada uno propuso un desayuno. Un almuerzo lo preparamos juntos. Unas vacaciones las compartimos con amigos y así, en un fluir continuo. Después iba a complicarse todo, de a poco, sin prisa pero sin pausa también. Eso después.

Antes, al principio de la relación, él me contó en capítulos su historia con su pareja anterior. Me relató hechos, momentos, situaciones, discusiones, reacciones, reconciliaciones y esas cosas que pasan entre dos. Al finalizar cada uno de esos episodios yo quedaba, como con cualquier serie, sintiendo empatía por el protagonista. Más allá de la cercanía en cuanto a género y al objeto de afecto con la otra mujer, yo sentía mayor cercanía con él. De diversas maneras fui justificando las reacciones de uno y desmereciendo las de otra.

En una esquina, meses después de terminada mi relación con él, me choqué con ella. Nos conocíamos, por supuesto, de cuando ellos eran pareja. Nos miramos un par de segundos, nos sonreímos, nos saludamos como si hubiésemos sido amigas alguna vez, nos invitamos un café. Cortado para ella, café chico para mí. Dos de azúcar ella, amargo yo. Las galletas ella, los bombones yo. Tan poco en común esa mujer y yo, probablemente poco más que haber convivido con él. De repente, después del ritual de cada una, la charla se desató inexorablemente.

Hablamos durante más de una hora, nos preguntamos, nos contamos, nos reímos, nos enojamos, nos retamos, nos burlamos la una de la otra, nos identificamos. No era odio hacia él lo que nos unía. Era dolor. Un dolor profundo y la extraña sensación de que esa mujer que estaba enfrente nos entendía mejor que nadie. Pagamos la cuenta, nos levantamos al mismo tiempo, otro beso y adiós. Me fui sabiendo que teníamos algo más en común.

Ella y yo compartíamos casi la misma versión de él.



Lo que más bronca me da
es haber estao tan gil

Enrique Santos Discepolo
Chorra

jueves, marzo 12, 2009

Mute

Esta mañana mi cabeza se levantó en silencio.

Abrí los ojos sin ninguna canción del lado de adentro.

Que bronca, que pena, que desconcierto.

Odio que me despierte un dolor intenso.

Necesito música para empezar el día.

¿Qué me sugerís?


Acá algunas de las propuestas.
Hada



Johi


Santa Pipona


Los amigos del duende

miércoles, marzo 11, 2009

El efecto de resucitar

Un mate en una mano, un cigarrillo en la otra, pantalones de tela liviana, una musculosa clara, el pelo en un rodete ligero, los pies descalzos, a cara lavada, los ojos de recién despierta, la espalda distendida, una suerte de media sonrisa calma.

La orilla de un río, esta mañana nublada, el viento leve refrescándonos la piel, charlar una rato sentados en el piso, pasando el mate de mano en mano, recostarme un ratito descubriendo mi espalda contra el suelo, apoyar mi cabeza en tus piernas mientras termino el cigarrillo, reírnos así de fácil de las pavadas que decimos e invitarnos a bailar un poco.

Algunas mañanas vale la pena despegarse de la cama.


martes, marzo 10, 2009

Vulnerable

Suena el despertador y ya lo sé.

No hay calmante que me alivie.

Todo, la absoluta totalidad de las partes que me componen, duelen. Las piernas pesan, los brazos no responden, la cabeza a punto de estallar, la espalda un solo cansancio, la garganta anudada, el estómago insoportable, los pies fatigados.

Todo, el conglomerado de partes de mi personalidad, colmado de angustia. Cada vaso sanguíneo, cada rincón, cada capilar, cada poro rellenos y recubiertos de pena. Los ojos ardidos, la nuca tensa, los hombros molestos, el final del paladar tirante.

No hay llanto que me sane.

Suena el teléfono y ya lo sé.

Cuanto peor sea tu día, más va a esperar el mundo de vos.



Yo pensé que me había inmunizado de amor
me equivoqué y se me hizo un lío
y ahora que estoy atascado
y me cuesta ver tu amor
no soy capaz de responder por mí mismo.

Yo que soñé con escarpines y una casa de verdad
me equivoqué y no encuentro a nadie
si me hubieses dado un poco más de hechizo
y yo un poco más de amor
hubiese sido todo tan distinto.

Puede ser que no esté bien
puede ser
puedo estar inválido de lágrimas
puede empezar a llover
y aunque todo está tranquilo
no veo la punta del ovillo.

Yo que jugué con la paciencia
y que perdí con la idiotez
me alboroté y no sé que pasa
yo que fui sincero con tu amor
aunque no me exprese bien
no soy capaz de responder por mí mismo.

Yo que soñé con escarpines
y una Maseratti azul
me alboroté y no sé que pasa
si me hubieses dado un poco más de hechizo
y yo un poco más de amor
hubiese sido todo tan distinto.


Ariel Leira
Inmunizado de amor | Sin tu amor

lunes, marzo 09, 2009

En voz alta 06

Porque soy una pulseada permanente entre mi lógica y mis sensaciones. Porque a veces ambas fuerzas se complementan y otras se anulan y otras alguna gana la partida. Porque insisto en encontrar la forma menos jodida de hacer las cosas. Porque hoy soy un solo nudo de persona. Porque la vida es estar todo el tiempo llenando los pulmones de aire y dejándolos vaciarse otra vez. Porque necesito calma. Porque de tanto en vez me sorprende la fuerza con que mi razón y mis sensaciones se oponen a mis sentimientos. Porque necesito calma.

No entiendo la actitud de postergar las decisiones ya tomadas.


Iguales

Viene desde antes de mi memoria. Mi abuelo tuvo un hijo y una hija y ambos eligieron sus carreras por igual. Estudiaron, se recibieron, ejercieron, armaron sus familias y decidieron donde vivir por igual. Mi abuela tuvo un hijo y una hija y, también, los dos decidieron sus vidas por igual.

En mi familia fue similar. Cualquier diferencia que haya para con nosotros está basada en características distintas de cada una que no tienen que ver con el género. Cada uno toma sus decisiones, cada uno elige, cada uno opina, cada uno tiene el derecho a pensar y a hacer... por igual.

Cada 8 de marzo me bulle la sangre cuando encuentro en mi correo o en mi celular saludos del tipo "Feliz día Internacional de la Mujer". Un día como el de ayer no se festeja, no se celebra, no se riega de flores, bombones o cenas románticas o descuentos y regalos en un boliche. Cada una de esas actitudes le resta importancia a un reclamo fundamental y lógico. Cada 8 de marzo es un llamado de atención.

Ese día existe porque en el mundo una de cada cinco o una de cada tres mujeres (dependiendo de la región que habite) fue víctima de violación o intento de violación, porque en Argentina cada tres días muere una mujer por violencia familiar, porque la OIT prevé que el mayor impacto de desocupación por la crisis económica mundial en este 2009 lo sufrirán las mujeres.

El Día Internacional de la Mujer no debería ser para discutir si está bien o no que una publicidad muestre una teta, para evaluar estrategias electorales incluyendo mujeres sólo porque la opinión popular lo vería con agrado o para formular leyes que exijan que cada discurso sea dirigido a "los y las ciudadanos y ciudadanas". Seamos serios, por favor, por un rato.

El 8 de marzo de cada año es una forma de gritarnos en la cara para que todos nos tomemos el tiempo de replantear esta sociedad que tenemos. Para que todos los hombres y todas las mujeres tengamos esa igualdad que algunos tenemos tan incorporada que, a veces, la tomamos por segura.

El 8 de marzo es un día para intentar ser iguales
(según el jurídico principio de igualdad).



Quizá te busquen
porqué naciste
quizá te midan por mujer.

Quizá te acosen
porque creciste
quizá te odien por mujer.

Pero no dejes
de ser niña
que abraza todo lo que hay en si.
Pero no dejes
de ver el mundo
como un espacio por compartir.

Quizá te insulten
quizá no nazcas
quizá te anulen por mujer.

Quizá no llegues
a ser tú misma
quizá te empujen por mujer.

Pedro Guerra
Niña | Hijas de Eva

sábado, marzo 07, 2009

Rara (versión xs)



Yo, de chiquita, era una nena de lo más normal. Jugaba, como cualquier gurisa, andaba en bicicleta, como la mayoría de las niñas y comía golosinas como casi todos los chicos, por dar algunos ejemplos.

Es verdad, mis muñecas nunca tuvieron novios. Es verdad, prefería jugar a las bolitas o pintar figuritas o desafiar a los varones en un ladrón y policía en vez de quedarme completando álbumes de Frutillitas pero esos son detalles.

Dice mi madre, por ejemplo, que era prácticamente imposible imponerme una penitencia. No porque no las mereciera (que me he mandado mis travesuras) sino porque nada me hacía mella. No había encierro sin juguetes que me distrajera de mi mundo de dibujito animado personal.

La torpeza siempre la tuve. Golpes, caídas, raspones, pantalones rotos, chichones en la frente, cicatrices y moretones dan y han dado fe de eso a lo largo de los años. Sin embargo, he aquí algunas cosas que me llama la atención recordar:

1- en primer grado, cuando recién aprendí a escribir (sí, soy de la época y el contexto en que uno aprendía en primer grado y no en salita de 3), escribía todo perfectamente espejado. Al día de hoy, si quiero hacerlo, me sale con absoluta naturalidad.

2- me costó horrores (y todavía me complica más de una vez) dibujar el número 8. No me gusta hacer dos círculos apilados y ese circuito en un solo trazo puede dar cualquier resultado en mi mano.

3- pensaba que uno estaba a salvo de los peligros de la calle con sólo tocar la vereda. Así, las primeras veces, me tiraba de panza sobre el asfalto, estirando los bracitos y apoyaba, triunfal, mis manos en el cordón.

4- recién en lo que podemos considerar una "avanzada infancia" descubrí que los clips y las bandas elásticas... ¡pueden comprarse en la librería!

Yo, de chiquita, era una nena así de normal.
¿Y vos?

viernes, marzo 06, 2009

Ya era hora

Me cuesta bastante adaptarme a algunos cambios. Así como soy capaz de cambiar de casa, de trabajo, de ciudad sin mayor estrés, hay cosas de la vida cotidiana que, cuando mutan, me trastornan.

Sentarme en mi computadora y descubrir que alguien estuvo trabajando y modificó el orden, la distribución, la configuración de algo me exaspera. Entrar al supermercado y que hayan cambiado todos los productos de lugar por cuestiones del marketing moderno significa que voy a estar 3 horas puteando entre las góndolas para comprar dos paquetes de galletas y un café.

Aún cuando desde la lógica pueda pensar que es aconsejable que los lácteos estén próximos a la carnicería y no a los productos de limpieza. Aún cuando sé que este programa es mejor que el anterior. El primer enfrentamiento a una modificación impuesta me altera. Después, eventualmente, incorporo las novedades y vuelvo a la calma.

Entonces, a pesar de lo mucho que me guste que los músicos que me encantan se junten y versionen los unos a los otros, me lleva un rato adaptarme a la nueva propuesta. Por eso no es raro que recién ahora, cuando me despierta Aves de paso, se me antoje esta versión.



jueves, marzo 05, 2009

Rara (y no encendida)

Call me crazy! y Maga propusieron
que cuente 7 u 8 cosas extrañas de mí.


El número 7 me cae mal. Me da mala espina y ni siquiera podría decir por qué. Me parece un número incómodo y traicionero. No me agrada visualmente, tampoco la palabra siete me parece bonita. Ni séptimo ni séptima ni septuagésimo ni setenta y menos que menos setenta y siete. Sin embargo, si tuviese que armar un listado de 7 cosas de mí que considere extrañas, probablemente empezaría por ahí. Quizás porque al pedir esa cantidad de características, instantáneamente viene esa reflexión a mi cabeza (o esa sensación a mi estómago, lo mismo da).

1- Me encanta la simetría. Por eso me gustan los números pares, por eso me gustan las cosas "espejables". Una persona de rasgos y gestos simétricos me resulta un placer a los ojos. No me gusta la ropa asimétricamente irregular, no me gustan los tajos a los costados de las polleras ni ir de lado en el asiento trasero de la bicicleta ni el pelo recogido a un solo lado de la cabeza. Si viajo sola en la parte posterior de un auto, voy en el medio (para odio del conductor). Mastico la misma cantidad de veces bocados similares con cada uno de ambos lados de mi dentadura y así podría seguir acumulando ejemplos por horas.

2- Enumero muchísimo. Casi todo, casi siempre. Pienso que es una cuestión genética. De mi abuelo a mi padre, de mi padre a mí y así sucesivamente.

3- Soy de almacenar. Detesto comprar pero tanto más odio abrir la alacena y no ver galletas, fideos, puré de tomates, latas de cosas y así. Inmediatamente entro en pánico. Siento que voy a morir de hambre antes de llegar al almacén de la esquina. No importa cuántas cosas haya en mi heladera. No interesa si tengo milanesas para una familia completa o verduras para toda la semana. El tema está en la alacena. De ahí que, aún viviendo sola, compre cosas en supermercados mayoristas.

4- Tanto cuando escribo como cuando hablo uso (y casi abuso) de los paréntesis y los adverbios (sobre todo los terminados en mente).

5 - Entre las cosas que siempre tengo que tener están el dentífrico y los cepillos de dientes. En casa siempre hay, como mínimo, una pasta en uso y otra por empezar. También hay al menos 2 cepillos a estrenar guardados en el mueble de baño. Eso generó entre mis amigos la clara sensación de que no pasa nada si olvidan llevar el propio o si nos damos cuenta de que es mejor quedarse cuando ya es lo suficientemente tarde. Así, en mi baño hay, al menos, 4 cepillos en uso, todos de diferentes personas y distintos colores.

6- Implica sobreponerme a mi persona mantener mis pies calzados pero es imposible, no hay civilidad que logre que me siente como corresponde por más de media hora. Al minuto 31 ya estoy sentada chinito o algo de eso.

7- Me cansa mi pelo suelto, entonces, soy capaz de atarlo con cualquier cosa. Por lo general caen las biromes pero he llegado a sujetarlo con un sorbete en pleno boliche. Hilos, globos, ramas y hasta mi propio pelo cumplen la función. Una tarde estaba tomando un café con un amigo en una plaza y vino una mujer de la mesa vecina a pedirme que, por favor, vuelva a atarme el pelo con el lápiz pero en cámara lenta, que ella y sus amigas iban a observar para aprender.

Yo junto siete u ocho particularidades pero hay gente muy rara.



todos hechos de gente
pero tan diferentes
tan diferentes

Pedro Guerra
Hechos de gente | Golosinas

miércoles, marzo 04, 2009

Goteras

Abro los ojos con la necesidad de escuchar una canción. No sé cual es. Sólo tengo la certeza de que me encanta y me hace bien. Abro los ojos con una cascada de palabras agolpándose en un proyecto de texto entre distendido y alegre y levemente gracioso. Abro los ojos escuchando llover y sonrío.

Sin terminar de vestirme tropiezo hasta la cocina buscando algo. No sé que es. Supongo que la remera que se me antojó esta mañana y debería estar entre la ropa limpia. Sin terminar de vestirme sonrío porque gatos y perros finalmente se aclimataron. Sin terminar de vestirme me tiro en el sillón entre mimos y ronroneos.

Viajo con lluvia y mates y música y charla. Viajo con los zapatos en el piso del auto y los pies sobre el asiento. Viajo redescubriendo el camino entre los charcos y el aspecto a diluvio. Viajo distendida hasta que algo punza.

Extrañar tanto puede hacer que la lluvia se infiltre en el ánimo.



Llueve otra vez detrás de mis frontales.
Entre oreja y oreja nubes bajas,
oscuras como cajas,
se disfrazan de fieros animales.

Una mujer he visto cuatro veces
con los ojos comunes de nosotros.
Cuatro mil con los otros:
con los de padecer horas y meses.

Llueve otra vez
donde no hay más conmigo
que fieros animales,
que tiernos enemigos.

Llueve otra vez
detrás de mis frontales.
Oh, campo sin abrigo.
Oh, calle sin portales.

Llueve tan bien, que el fin de la semana
en vez de ser domingo en mi cabeza,
es sólo la tristeza
helándome el cerebro y la mañana.

Una mujer que nunca me provoca
me ha condenado a lluvias sin motivo
y desde entonces vivo
ahogado en el deseo de su boca.

Silvio Rodríguez
Llueve otra vez | Tríptico vol. II

martes, marzo 03, 2009

Y tener...

un vestido de playa, los pies descalzos, el pelo suelto, un par de minutos bajo el agua para despabilar y después sentarme en un sillón en la galería al arrullo de las gotas, apoyar los pies en el borde de la mesita, usar mi rodilla izquierda como base para la taza de café con leche y comer tortitas negras y palmeritas mientras charlamos y junto con los últimos tragos de café, compartir el primer cigarrillo de la mañana...

mirando la lluvia.


domingo, marzo 01, 2009

Máxima arbitraria 31




Entre los hombres que te atraen hay dos clases. Los tipo ay, pero qué no te hago y los haceme lo que quieras. Parace un juego de palabras pero la diferencia no es menor.