miércoles, abril 11, 2012

Una de perros

No había cine. Había veredas anchas y patios y tardes en el club y plazoletas con hamacas, toboganes y subibajas y, eventualmente, un circo de paso o alguna que otra precaria imitación ambulante de parque de diversiones. Había tapiales y árboles llenos de bolitas para la guerra y salones enormes (descomunales) para patinar y salas de videojuegos y calles con poquito tránsito para andar en bicicleta pero, cuando yo era chica, en esa ciudad no había cine.

De tanto en vez, en el club que estaba muy cerca de casa, procuraban reparar esa falta. Acomodaban sillas en hileras adecuadamente distribuidas, desplegaban una pantalla que se nos antojaba gigante, montaban un rincón de venta de golosinas, lograban la oscuridad necesaria en el interior del salón y proyectaban, a la hora de la siesta de algún domingo, películas para chicos. Y allá íbamos todos, en pequeños malones de purretes, a disfrutar de la novedad.

Llegábamos de a muchos, ansiosos, ruidosos, revoltosos, comprábamos cajas de caramelos sugus confitados y debatíamos, como si nos fuera la vida en eso, si la mejor de las mielcitas era la roja o la verde mientras las íbamos cambiando como si fuesen figuritas. Hasta que aparecía alguna haciéndose la grande y votaba por las amarillas. Ahí éramos mayoría indiscutible. Sin lugar a dudas, el adversario en común reune porque lo único claro era que esas eran una porquería.

Entrábamos a la sala con todo nuestro bochinche, ocupábamos los lugares, los chicos hacían imitaciones de luchitas por una silla, algunas chicas empezaban a mirarlos con espíritu suspirador y ellos se avergonzaban tanto ante los ojitos de las niñas que terminaban por sentarse en cualquier lado, colorados hasta las orejas. Apagaban las luces y todos zapateábamos al unísono hasta que aparecía la primer imagen y todo era silencio y todo era película y todos nos dedicábamos a disfrutar y a chupetear esos sachecitos de plástico hasta que ya no saliera de ellos ni un poco de melaza colorinche.

La última vez que fuimos dieron Todos los perros van al cielo. Es probable que sólo semejante aluvión de lágrimas fuese capaz de desprender tanto pasticho de todas las superficies.

Pero ¿era necesario proyectar semejante drama en un espacio repleto de infantes?

8 comentarios:

Unknown dijo...

Uf!!!

Los confites sugus y los cines van indiscutiblemente de la mano en la memoria colectiva de unas cuantas generaciones.

Todos los perros van al cielo fue terrible. Se podría decir que es una manera de introducir el tema de las pérdidas entre los niños, pero no hay con qué darles. Esa y Bambi, cuando la mamá se muere, sólo sirven para llorar y llorar.

En el pueblo donde crecí, había un cine teatro, pero llegaba una película cada muerte de obispo.

La última que yo vi fue El Rey León, y también lloramos como niños (que éramos!).

Qué expectativa saber que te ibas a reunir con los demás para ir al cine. Qué recuerdos! ^^.

Me sacaste una sonrisa ASI de grande!

Cintya Posse dijo...

En mi barrio nunca hubo eso, que embole...!


Como mucho nos pasaban en el Colegio una película animada sobre educación sexual... Y no habían sugus!!




Por cierto, los sugus hasta el día de hoy siguen siendo mis favoritos!!!

Caro dijo...

Soy de Playa Unión, cerca de Rawson Chubut, y todos mis veranos de infancia los pasé en Pirámides, ubicado en la Península Valdés.
En Pirámides eran 300 habitantes (hoy en día no aumentó mucho) y también habia un salón que a veces hacía de cine, donde todos nos amontonábamos a ver peliculas y debatir quién de los chicos era el más lindo jaja.
Qué lindos recuerdos me trajo tu relato.

ceci-za dijo...

Puedo imaginarmelos (ahora que ya busque que son los "sugus confitados"). Que bonitos recuerdos.
Esa película en particular, yo recuerdo que acabe llorando, y eso que la vi ya crecidita.

Saludos!

Hugo dijo...

Uh, el de acá cerró cuando yo tenía 7 años y sólo llegué a ver una película cuando nos llevaron el primer grado.

Después ya casi no fui al cine, me es imposible quedarme quieto y callado si veo una película. Y antes de que me peguen, mejor me quedo en casa.

P/D: Los Sugus son lo más.

Unknown dijo...

No la vi, y no la quiero ver.
Ahora quiero sugus y mani con chocolate.

Que vas a hacer con eso?

Mar dijo...

Qué lindo relato, Café!
El ruido de los sugus saliendo de la caja, o del SHOT mani con chocolate, como dice Lara. Impagables rituales asociados al cine...o como mejor expresaste vos, al "todo fue película".

Café (con tostadas) dijo...

¡Buenas tardes!

Leria: sugus + cine, ¡gran par! Dejemos de joder, para mi que esos dramones hacen mal a la salud ;) ¡Qué buena idea este post si te robó tal sonrisa!

Cinty: uh, ¡¡las películas en la escuela eran una mala idea!! jajaja

Caro: ouch, me atacó el antojo de Pirámides... ¡ahora quiero volver! Que lindo que compartamos estos recuerdos, ¿no? Tan propios y tan comunes, al mismo tiempo.

Ceci: es que esa película es así. Si la mirás, llorás. No importa la edad ni nada más... ¿¡a quién se le ocurre, che!?

Hugo: jajajaja, con Hermana y con una amiga, cuando vamos al cine juntas tenemos que hacer enormes esfuerzos para mantenernos lo más calladas posible durante la película... pero sí, hay que. Si no, no quedamos en casa y no jodemos ;) (pd: totalmente)

Lara: no la veas, haceme caso. Y ¡ya mismo van suus y maní con chocolate para nuestra próxima incursión cinematográfica!

Mar: vo, recién cuando leí la frase citada en tu comentario me di cuenta de todas las cosas que me movió adentro. Sí, 'todo fue película' y como corresponde, iba de la mano de los sugus ;)

¡Saluti a tutti!