Con los años separamos los rumbos mientras yo seguía en paso básico escondidos y chacareras y él completaba la discografía de Madonna pero en ese momento éramos novios. Teníamos cuatro y cinco años, teníamos guardapolvo a cuadrillé y bolsita del día y vasito plegable, comíamos merengadas y dentífrico odolito y aspirinetas y éramos novios.
Así, como se es novios en preescolar. Porque jugábamos todos los recreos, porque nos compartíamos los crayones y nos convidábamos los anillitos con azúcar que vendían en el almacén de la esquina fraccionándolos desde una enorme lata con ventana redonda, porque él me había dejado el lugar de la punta de la mesa y yo le enseñaba el juego de entrelazar los dedos cruzando las manos y lo difícil que era, entonces, responder a la orden de mover el anular derecho.
El que llegaba primero esperaba en el patio a que apareciera el otro, conversábamos de juguetes y golosinas, nos ayudábamos en la difícil labor de atarse los cordones, nos cuidábamos el lugar en la fila para cepillarse los dientes y quedábamos codo contra codo para la siestita en el aula. Él era el primero en llegar cuando me raspaba las rodillas y yo lo protegía a puño cerrado de los peligros del universo y los dos preferíamos el tobogán al subibaja pero nos quedábamos con las hamacas por sobre todas las cosas.
Un día, y te diría que fue un martes pero podría haber sido cualquier otro día, se armó el desparramo en el salón y la señorita mudó a algunos revoltosos de lugar y a mi izquierda, justo frente a él, quedó sentado uno de los peligros del universo. El maravilloso mundo de fantasía que era nuestra mesita petisa de seis tenía, de repente, un amigo menos y algunos mechoneos y pellizcones de más.
Un par de mañanas después el equilibrio terminó de romperse. Ninguno supo nunca por qué pero en ese momento, por alguna extraña razón, decidió jugarme al ganchito. Sentados uno a mi izquierda y el otro a mi derecha se batieron a duelo, enlazaron sus índices derechos, tiraron con todas sus fuerzas y él perdió. Yo era espectadora y árbitro en un juego que conocía y suponía inocuo hasta que él me miró lleno de congoja y sentenció, ahora sos novia de él.
El otro infló el pecho, me relojeó poniendo gesto de nene grande, se paró a mi lado y me tendió la mano. Lo miré, observé su mano, lo volví a mirar y, mientras giraba hacia el otro lado, le dije que no, que no era su novia. Pero sí sos, te gané al ganchito, replicó. Refunfuñé, le aclaré que no funcionaba así la cosa, que una novia no se apostaba, que él no sabía nada de la canción que me calmaba los raspones de rodillas y que estaba ofendida, que a una nena se le preguntaba si quería ser la novia de uno y que yo, ahora, no quería.
Él, que contemplaba la escena desde platea preferencial, me llamó tironeando apenas de la manga de mi guardapolvo, me miró todo colorado y me preguntó si, entonces, quería volver a ser novia suya. Descubrí, en ese momento, que eso de los noviazgos era todo muy complicado y respondí que no, pero que sí quería ser su amiga. Le ofrecí un palito de la selva pegoteado que tenía en el fondo del bolsillo. Le sacó la mayor cantidad de papel que pudo, mordió una mitad, me ofreció la otra y, sin decirnos nada, largamos una carrerita hasta las hamacas.
Así, como se es novios en preescolar. Porque jugábamos todos los recreos, porque nos compartíamos los crayones y nos convidábamos los anillitos con azúcar que vendían en el almacén de la esquina fraccionándolos desde una enorme lata con ventana redonda, porque él me había dejado el lugar de la punta de la mesa y yo le enseñaba el juego de entrelazar los dedos cruzando las manos y lo difícil que era, entonces, responder a la orden de mover el anular derecho.
El que llegaba primero esperaba en el patio a que apareciera el otro, conversábamos de juguetes y golosinas, nos ayudábamos en la difícil labor de atarse los cordones, nos cuidábamos el lugar en la fila para cepillarse los dientes y quedábamos codo contra codo para la siestita en el aula. Él era el primero en llegar cuando me raspaba las rodillas y yo lo protegía a puño cerrado de los peligros del universo y los dos preferíamos el tobogán al subibaja pero nos quedábamos con las hamacas por sobre todas las cosas.
Un día, y te diría que fue un martes pero podría haber sido cualquier otro día, se armó el desparramo en el salón y la señorita mudó a algunos revoltosos de lugar y a mi izquierda, justo frente a él, quedó sentado uno de los peligros del universo. El maravilloso mundo de fantasía que era nuestra mesita petisa de seis tenía, de repente, un amigo menos y algunos mechoneos y pellizcones de más.
Un par de mañanas después el equilibrio terminó de romperse. Ninguno supo nunca por qué pero en ese momento, por alguna extraña razón, decidió jugarme al ganchito. Sentados uno a mi izquierda y el otro a mi derecha se batieron a duelo, enlazaron sus índices derechos, tiraron con todas sus fuerzas y él perdió. Yo era espectadora y árbitro en un juego que conocía y suponía inocuo hasta que él me miró lleno de congoja y sentenció, ahora sos novia de él.
El otro infló el pecho, me relojeó poniendo gesto de nene grande, se paró a mi lado y me tendió la mano. Lo miré, observé su mano, lo volví a mirar y, mientras giraba hacia el otro lado, le dije que no, que no era su novia. Pero sí sos, te gané al ganchito, replicó. Refunfuñé, le aclaré que no funcionaba así la cosa, que una novia no se apostaba, que él no sabía nada de la canción que me calmaba los raspones de rodillas y que estaba ofendida, que a una nena se le preguntaba si quería ser la novia de uno y que yo, ahora, no quería.
Él, que contemplaba la escena desde platea preferencial, me llamó tironeando apenas de la manga de mi guardapolvo, me miró todo colorado y me preguntó si, entonces, quería volver a ser novia suya. Descubrí, en ese momento, que eso de los noviazgos era todo muy complicado y respondí que no, pero que sí quería ser su amiga. Le ofrecí un palito de la selva pegoteado que tenía en el fondo del bolsillo. Le sacó la mayor cantidad de papel que pudo, mordió una mitad, me ofreció la otra y, sin decirnos nada, largamos una carrerita hasta las hamacas.
Si no me sale ser amiga, ¿como podría ser novia?
19 comentarios:
Sobresaliente!
Me gusta porque entro a este Blog sin sabe con qué me puedo encontrar. Y hoy encontré esa dósis de dulzura que necesitaba.
Sos genial Cafe!
Ayyy, me morí del amor imaginando la situación! Muy acertado su pensamiento, como siempre. El noviazgo tiene mucho de amistad y complicidad y para aprender uno es necesario experimentar lo otro antes.
Besote!
Últimamente no estaba muy participativo en cuanto a los comments. Generalmente paso cual ninja leyendo tus posts sin decir nada, pero en este caso fue distinto. Me despertó tal ternura lo que escribiste, que no podía dejar de comentártelo.
Me encantó, y también me imaginé todas las escenas. :)
Hermoso! tanto para identificarse, me encantó.
Me encanto el blog, la verdad es la primera vez que entro, te sigo y si queres hacer lo mismo aqui va el mio en plan humor, www.mundoarata.com.ar
Lindo. Lo necesitaba.
que Dulce!!!!!!!!!!!! me gustó :)
Genial, simplemente genial
Tiernos recuerdos que la llevan a la reflexión final.
El Profesor
Hola hola permisooo....
vine a desayunar con usted... traje facturas :)
Como dice Guadalupe, la sorpresa de no saber que se lee cada vez es fantástica!
Tiernísimo texto, Café!
Me trasmitió demasiada dulzura, fue un relato hermoso!
Exitos para vos!
Hola! Quería pedirte que te des una vueltita por mi blog!Un beso grande
Cuanta ternura!!! Cuanto amor!! Y cuantas historias parecidas debe haber en los jardines!
Me voy a dormir con una dosis extra de dulzura!!
Ya de peque la tenías clara. No a la dominación patriarcal!!! Todo un tema no dejarse tratar como objeto. A ellos les encanta...
En la pareja hay mucho de amistad pero ¡OJO! No nos podemos dormir ahí. Justamente porque el que nos rompe el corazón, es el que más nos despierta...
Awwwww ¡Encantador! :)
Cafecita , puedo confesar ??
me dio tanta ternura que se me llenaron los ojos de lágrimas y la boca de sonrisas ...
hermosísimo señorita , un placer leer tus letras :)
besoooo grande y feliz finde !
Buenas!
Bati: no, tenés que dibujar caritas, como hacía la seño!
GuadalupeG: oh! muchas gracias!!
Co: igual, a la conclusión conciente llegué muuuucho después pero se ve que ahí ya había entendido un par de cosas! jajajajaja
Lieder: oia, hice que un ninja deje comentario!!!! este post es lo más! ;)
Dani: gracias! y sí, odolito+aspirinetas+merengadas es un combo insuperable!
Arata: bienvenida y muchas gracias!
Anónimo: gracias, que suerte.
A14: no que es una ternura total?
Profesor: se da cuenta? nacemos y listo!
Mariela: factuuuuras! jajajajaja pase, pase, siéntese y póngase las pantuflas!
Etienne: gracias por duplicado!
Jó: oh! qué bueno que así haya sido!
Gla: uf, mirá a qué hora vengo yo! ahora paso.
Sandra S: yo creo que sí, que esas cosas pasan todos los días en los jardines... y me parece bárbaro!
Ani: 'no a la dominación patriarcal' memató! jjajajajaja... y sí, no alcanza con la amistad pero sin ella tampoco hay mucho por hacer... ojo, para mi!
M. Leroux: ;) gracias!
mai: cómo es posible que siempre encuentres formas tan preciosas de mimarme???? gracias, mujer, me quedo con una sonrisa gigante!
Saluti a tutti!
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