domingo, abril 12, 2020

Tan pero tan cliché

La escuché millones de veces. Lo sabés. La conozco de memoria desde antes de mi propia memoria. La redescubrí al menos cinco veces desde que tengo consciencia. Adoro esa canción que me genera una mezcla de pena e ilusión difícil de explicar. Sin embargo, tanto se ha hecho incapié en una frase, tanto se ha repetido, tanto he debatido sobre el significado de ese verso en particular que no me había percatado de la infinita sabiduría de la anterior.




Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón
escondida en cada gesto.

Eternamente tuyo
Joan Manuel Serrat | Cada loco con su tema

Lo sabía, ¿entendés? Recién hoy la frase resuena tanto en mi cabeza que me ensordece pero lo sabía desde antes, desde entonces, desde siempre. Lo sabía cuando me sonrojó tu afán por hacerme sentir mirada y cuando me desalentó tu empecinado estilo de abandonar a las personas de tu vida. Cuando me acompañaste con esmero en un mal día y cuando me reprochaste por mi forma de ser. Cuando me entendía con tus amigos, tu familia, tus afectos y cuando vos acusabas a los míos de no generarte el espacio adecuado. Lo supe en cada mimo y en cada desaparición; en cada mate y en cada mutismo; en cada conseción y en cada exigencia. Lo supe las dos veces que me buscaste y las cientos de veces que me dejaste antes de que me fuera.

No me ofusca que vos seas exactamente la persona que siempre fuiste sino haber sucumbido, contra mis mejores consejos, a la tentación de creerme especial por tus gestos de conquista en vez de alejarme de tus hábitos eternos.

martes, abril 07, 2020

Obedeciendo al poeta

Tardé, es cierto. Me llevó mucho más tiempo del que había planeado. Corrijo, demoré demasiado más de lo prefijado para empezar la tarea y debí interrumpirla más de lo aconsejable. Encontré excusas donde no necesariamente las había y razones de dudosa capacidad argumentativa. Acepté que no tenía que cumplir ninguna fecha estricta, me relajé, lo postergué unas semanas más. Y no estuvo mal.

Cuando finalmente me aboqué a la labor, lo hice con tiempo, con calma, con sonrisas, con música bella, con sol tolerable a media mañana y con Gurrumo compartiendo la tarea. Pensé, diseñé, decidí. Elegí, compré, acomodé. Lijé, emparejé, barnicé. Todas y cada una de esas acciones con la decisión de que sea su lugar de buenos sueños, su covacha del mundo cuando la necesite, uno de los mejores reemplazos a mis propios abrazos cuando necesite refugio. Todas y cada una de esas acciones plagada de deseos hermosos, de futuros posibles o delirantes, de tanto amor como soy capaz de albergar y transmitir, de todos las ansias de felicidad que le dedico.

Hice con mis propias manos la cama de mi hijo.
Se siente de maravilla.





Haz con tus propias manos
la cuna de tu hijo.
Que tu mujer te vea
cortar el paraíso.

Para colgar del techo,
como en los tiempos idos
que volverán un día.
Hazla como te digo.

Trabajarás de noche.
Que se oiga tu martillo.
“Está haciendo la cuna”
que diga tu vecino.

Alguna vez la sangre
te manchará el anillo.
Que tu mujer la enjuague.
Que manche su vestido.

Las noches serán blancas,
de columpiado pino.
Harás según el árbol
la cuna de tu niño.

Para que tenga el sueño
en su oquedad de nido.
Para que tenga el ángel
en un oculto grillo.

La obra será tuya.
Verás que no es lo mismo.
Será como tus brazos
la cuna de tu hijo.


Se mecerá con aire.
Te acordarás del pino.
Dirás: “Duerme en mi cuna”.
Verás que no es lo mismo

Cuna
Mercedes Sosa | Letra: José Pedroni. Música: Damián Sánchez

domingo, abril 05, 2020

Atareada versus empecinada

Mientras salvo de casualidad el almuerzo por tercer día consecutivo, mientras envío un documento de trabajo en pleno domingo rogando que tenga algo que ver con la tarea que me asignaron y agradeciendo infinitamente la paciencia y predispocisión de mis compañeros, mientras esquivo el trompo, las piezas de rompezabezas, los palitos chinos que usaremos para almorzar, el globo verde y las bombuchas y la carpa de camino entre la mesa y la mesada con el claro objetivo de apagar la hornalla y servir la comida, mientras atajo de casualidad Gurrumín que corre descontrolado hacia la heladera en busca de una manzana (porque el plato de arroz con vegetales viene demorado) y agradezco la maravilla de tener un freezer lleno de tarritos con comida que me auxilian, caigo en la siguiente cuenta.

Por mucho que quise, no logré liberarme algunos momentos cuando tenía guardería y familia y oficina y los mil mecanismos de asistencia y contención, cuando me animaba a comprar pan y no me veía obligada a prepararlo casero, cuando alguien me colaboraba limpiando la casa y no debía hacerlo sola todas las benditas noches, cuando las reuniones de trabajo eran encuentros en los que podíamos ponernos de acuerdo con menos ruido, cuando no todo dependía de la misma precaria conexión a internet. Ahora que recuerdo que no pude en contextos más favorables, salta ineludible la pregunta.

¿¿Cómo pude pensar que justo ahora tendría el tiempo para ésto??