Todavía me asombra la capacidad que tenemos los seres humanos de llenarnos la cabeza con dificultades ajenas para no sentirnos culpables por esquivar los problemas propios.
1- sí, yo escribí la frase una pena, no conozco a nadie que haya vuelto de ahí. No tengo ni idea de quién siente tanta curiosidad al respecto pero me hago cargo.
2- no, no estoy con antojos de tener bebés. Me encantan las criaturas, juego con los nombres de mis pibes, algún día (ojalá) tendré hijos pero por ahora no. Después de julio de 2014 lo vemos.
Primero iba a ser un juego (genial, sin dudas) de números y acontecimientos. Después pensé que bien podría armar un texto (emotivo, sin dudas) sobre comentarios que no olvido y personajes que extraño. También me propuse contar (maravillosamente, sin dudas) de las personas que conocí de una manera u otra. Básicamente quería destacar las muchas cosas de mí y de otros que descubrí con Desayunos en pantuflas.
Claro, la semana me pasó por arriba y me dejó, como cualquier ola violenta, con la peluca puesta. Acá estoy, en el último minuto de este día, empecinada en no dejar que el segundo año pase sin mención, siquiera. Eso sí, hace dos años, más o menos a esta misma hora, cuando servía el primer desayuno, no sospeché que iba a tener varios regalos preciosos para exhibir. Ahí están, ahí van a ir apareciendo los encabezados que Fab y Mate hicieron para este lugar.
Desayunos en pantuflas. Dos años.
Gracias, miles.
(si querés regalarme un encabezado, no me enojo para nada)
Abre la puerta de la oficina y me encuentra con el mate en una mano haciendo a las veces de micrófono y la otra mano en el pelo cual estrella del rock'n'roll mientras bailo alrededor del escritorio revoleando la cabeza.
Confirmás que tu jefe es copado cuando lo único que reclama es un mate para él.
Mi boca anida sensaciones. Mi espalda recuerda sentimientos. Mis nudillos anudan palabras. Mis hombros archivan angustias. Mis piernas acumulan intrigas. Mis manos amontonan memorias. Mi nuca almacena caricias. Mis rodillas custodian inseguridades. Mis pies enumeran reencuentros. Mis pantorrillas tensan nervios. Mi pecho compila canciones. Mi piel relata memorias. Mis cejas recuentan escepticismos. Mis ojos filman instantáneas. Mis omóplatos apilan abrazos. Mi cintura reserva impulsos. Mi garganta enlaza penas. Mi panza guarda ilusiones. Mis tobillos conservan ansias. Mis codos estiban proyectos. Mi frente depura enfados. Mi cuello delinea ganas.
Y así voy caminando con la columna derecha y la vista al frente.
Me gusta la gente que cuando canta: - acentúa las palabras y frases como corresponde, - exagera levemente las eres logrando que vibren casi como erres, - no hace firuletes innecesarios con la voz, - usa apenitas algún falsete de tanto en vez, - eventualmente recurre a la voz rasposa, - pronuncia las ches como si tuvieran una te suavecita adelante, - me deja esa sensación de que abre la boca y la voz le sale así, - elije o compone canciones lindas y no les roba protagonismo, - sonríe en determinados versos y se nota, - se junta, de tanto en vez, con otras personas que cantan lindo para reversionar a duo temas preciosos.
Me gusta la gente que hace de cada canción una fiesta de entre casa.
hablar es decir, escuchar es acompañar, opinar es mandar, preguntar es entrevistar, gobernar es esconder, mentir es cuidar, deber es postergar, envejecer es crecer, dormir es soñar.
Hay algunos serios problemas de desplazamientos semánticos.
Comprendo que suceda con los aros, la bufanda, quizás el monedero o el celular, la campera o hasta la cartera pero ¿los calzones?. Definitivamente hay cosas que no me entran en la cabeza.
¿Cómo es posible que una mujer olvide su bombacha en la casa de un tipo?
Pensemos esta posibilidad. Test de embarazo, una rayita, aha. Dos rayitas, todo bien (porque en ese momento sería todo bien). Ahora bien, supongamos que la ecografía chilla mellizos. Si este es el caso, no veo por qué no serían una nena y un nene, como corresponde a toda persona que merece, si no una familia tipo, al menos la parejita de niños. El tema nombres en este caso, por supuesto, también está resuelto. Eso sí, otra vez necesito pedir prestado un apellido. Los mellis serán...
Salvia Romero y Eneldo Romero.
¿No merecen cambiar la historia de la cocina gourmet llamándose así?
¿Por qué siempre, siempre, siempre hay ropa por lavar? No importa que tanto te organices, no interesa que tanto cuidado tengas, no importa que tantas veces agregues jabón y elijas el programa, todo el tiempo hay ropa que se está ensuciando y debe ser lavada.
No es la condición de cíclica de la vida, lo que me agobia es que jamás haya 5 minutos en los que absolutamente nada requiera lavarropas.
De un tiempo a esta parte he implementado un nuevo sistema para hacerle frente a mi melodrama hormonal. Cada vez que una pena profunda me aqueja, cada vez que la angustia me cierra el pecho, cada vez que mis neuronas se empastan en un monólogo interminable de palabras en inglés y replanteos sospechosos, escribo. Redacto párrafos completos describiendo lo mejor posible la sensación, las emociones, las dudas y los pesares. Cierro el texto con alguna frase más o menos ingeniosa y lo guardo en algún rinconcito de pendientes.
Días o semanas después, busco y releo esas palabras. Si me provocan risa de mi misma se convierten en borradores de algún relato con ínfulas de chistoso. Si, por el contrario, me transmiten otra vez sensación de vacío, se convierten en argumentos para replantearme cuidadosamente situaciones puntuales de mi vida. En esos casos, la tercera lectura es fundamental. Puede que para ese momento haya encontrado la forma de resolverlos adentro mío (y, si tengo suerte, afuera también). Puede que no y entonces el tema requiera más atención y trabajo y, por qué no, conversaciones y ayuda de gente que me conozca mucho y me quiera bien.
¿Serías tan amable de decirme que esto de hoy es hormonal, que en dos días pasa, que en dos días vuelvo?
Ella dice que no escribe porque no le sale. Ella cuenta que anda buscando inspiración entre las letras ajenas. Ella dibuja de una manera que yo no puedo más que envidiar.
Yo le presto palabras, ella me regala imágenes. Parece un trato justo pero, creeme, yo salí ganando.
A principios de febrero tuve un inconveniente con la puerta del auto (por no decir que soy tan zopenca que puse el dedo gordo justito ahí donde la puerta cierra). Me hice la superada, dije no pasa nada, me lo banqué como una duquesa. Fue tan en el nacimiento de la uña que ni siquiera se puso morada, simplemente siguió creciendo con un manchón blanco.
Hasta ahí estamos bien. Sólo que ahora la falla está en la recta final y empezó a engancharse en todas las cosas a riesgo de romperse y llevar con ella parte de mi dedo. Descubrí ese desperfecto en la oficina. Tengo que pegarla con la gotita, pensé. Claramente no tengo ese pegamento y, obvio, nunca recordé comprarlo. Conclusión, hace tres días que sobrevivo con una cinta scoth conteniendo la debacle.
La cosa es así, si un día resuelvo que voy a tener uno y sólo un hijo (o hija, el sexo en este caso da igual) tengo absolutamente resuelto hacer un pedido especial a quien sea que esté en la Presidencia de la Nación en ese momento. Yo quiero que me habiliten un doble apellido inventado de origen vasco o portugués para que mi criatura tenga los beneficios de una vida enmarcada por un nombre con presencia y un par de apellidos con autoridad sonora. Yo para mi niño quiero lo mejor. Así lo demandaré, así lo conseguiré.
¿Quién inventó la horizontalidad? ¿y quién la cama? ¿quién la de dos plazas? ¿quién los colchones de resortes? ¿quién las almohadas, especialmente las nube? ¿quién las sábanas de algodón? ¿quién las frazadas suavecitas? ¿quién los acolchados abrigados? ¿quién las remeras de algodón?
Desde que blogger es tan bueno y generoso que (en un gesto que valoro profundamente) permite que todos le mandemos mano a las plantillas del blog como si fuese para cualquiera, muchos de los sitios que suelo frecuentar (o de los que me voy encontrando de pura casualidad en los ratos de aburrimiento laboral) cambiaron, adaptaron y personalizaron su apariencia. Sinceramente aplaudo la actitud pero estoy perdida, desubicada, desorientada. Entre que los fondos son limitados, que hay pocos rescatables, que retocar en html es más complejo y que en la mayoría de las plantillas no encajan los banners que había antes, de repente todas las casas tienen el mismo frente.
¡No jueguen así con un perro de costumbre, se los pido por favor!
Tres contundentes razones por las que te recomiendo que no llames Victoria a tu hija:
1- El apodo suele devenir en un Viqui, Vicky o Viki que es igualito al de cualquier Virginia. Y yo no tengo nada en contra de que alguien se llame Virginia pero convengamos que ese nombre no tiene ni cerca el espíritu de el mundo es mío que pretende alguien que elige Victoria para su niña.
2- Si lo que querés es que haga a las veces de vaticinio me parece que sería más atinado ponerle Victoriosa que, al margen de parecerme feucho, tiene todo el mensaje para ella y no es simplemente algo que los demás logran o no.
3- Lamentablemente llamarla Victoria va a dar pie para que cuanto zopenco se cruce en su vida con ínfulas de conquistador le dedique una chorrera de metáforas de dudosa calidad literaria y nula capacidad creativa.