Hermana:
no, yo siempre fui puteadora. Me vino puesto porque en casa no se hablaba así. De hecho, Madre me vivía retando por eso.
Café:
sí, pero sos puteadora inofensiva.
Amiga:
¿qué?
Café:
que putea mucho pero con palabras de las no tan graves.
Hermana:
sí, debe ser que los retos calaron profundo porque dice mami que una vez, cuando tenía unos 5 años, me estaba retando y yo le dije que me chupe algo. No, no, se sacó, me explicó lo que quería decir y me retó de lo lindo.
Café:
sin dudas, por algo hay palabras que no decimos jamás.
Amiga:
¡no te puedo creer! ¿Cuáles?
Café:
no, en serio, no las decimos jamás.
Hermana:
ni para decir que no las decimos.
Amiga:
oh, pero ahora quiero saber.
Café:
ok, la que también es un apellido.
Hermana:
que empieza con ve corta, la de los hermanos esos que te hicieron renegar el otro día.
Amiga:
¡ah! sí, yo esa a veces la digo.
Café:
hay otra que no usamos ni modificada para nombrar el mate.
Hermana:
yo esa, igual, la estoy diciendo últimamente, cuando estoy muy sacada.
Amiga:
ay, no me doy cuenta.
Hermana:
por tí, por mi...
Café:
por el
gran dios onga.
Amiga:
ay, no sé.
Hermana:
la que tiene que ver con perros, esa es la peor.
Amiga:
...
Café:
lo dice por pichicho, pero en realidad empieza con algo como pinchar.
Hermana:
y termina en
ila.
Amiga:
¡ah! ahora entendí también la anterior. Jajajaja, yo la del dios la decía, en una época, haciendo referencia a la del mono y la de pinchar creo que no la dije nunca.
Hermana:
es que no da, esa palabra es de pibe con mal corte de pelo que escupe cuando habla.
Café:
bueh, y la de
la cajita, como la de cigarrillos.
Hermana:
uh, es cierto, esa palabra es de las peores de desagradable.
Amiga:
¡¿cuál?!
Hermana:
la cajita que contiene la perla sagrada...
Amiga:
jajajajaja no podés.
Café:
bueno, en serio, son esas y alguna más que no las decimos, punto.